En nuestra vida vamos experimentando altibajos, subidas y bajadas en nuestro estado de ánimo, ya que vamos respondiendo ante los acontecimientos que nos van ocurriendo, pero ¿qué pasaría si tuviéramos épocas en las que nos comiéramos el mundo y otras en las que no tuvieramos fuerzas para levantarnos..? Eso es algo parecido a lo que sienten las personas con trastorno bipolar.
Normalmente, asociamos el trastorno bipolar con doctor Jekyll y Mr. Hide, a tener varias personalidades e ir variando en cada momento lo que se quiere o desea, también mucha gente se autodefine como bipolar porque «ahora estoy feliz y luego triste»…todos variamos nuestro estado de ánimo, a veces es más positivo y otras más negativo, pero cuando hablamos de trastorno bipolar nos estamos moviendo entre los polos más extremos del estado de ánimo (la depresión y la manía), y estos cambios suelen ser más rápidos y frecuentes de lo que se considera saludable.
En el trastorno bipolar existen severas fluctuaciones en el estado de ánimo, en las que se rebota de la depresión (un estado de ánimo muy bajo que va acompañado de pérdida de interés en las actividades que antes nos resultaban agradables, alteraciones en el sueño y apetito, sentimientos de culpa…), a la manía (una euforia desmesurada o irritabilidad), por lo que el problema resulta porque esta inestabilidad emocional es excesiva, se prolonga en el tiempo, no tiene por qué tener relación con acontecimientos de la vida y afecta a las diferentes áreas vitales: personal, familiar, laboral, académico, social…
Cuando se dan episodios de manía, que suelen durar una semana, pueden ocurrir algunos de los siguientes síntomas:
- Grandiosidad o autoestima exagerada: se creen capaces de realizar cualquier cosa, en algunos casos pueden llegar a tener delirios de grandeza y pensar que tienen poderes especiales o que son ricos y famosos.
- No tienen necesidad de dormir: sienten un exceso de energía, por lo que apenas duermen y no se sienten cansados.
- Fuga de ideas y verborrea: su pensamiento va muy acelerado, hablan muy rápido, y mas de lo normal.
- Distraibilidad: se distraen con cualquier estímulo y pueden cambiar de tema repentinamente.
- Aumento de la actividad: se implican en muchas actividades de forma excesiva, sobretodo en actividades placenteras con un alto potencial para producir consecuencias graves. Se pueden gastar todo un sueldo yendo de compras o embarcarse en negocios e inversiones arriesgadas que les pueden llevar al fracaso.
Existen diferentes tipos de trastorno bipolar según la combinación de episodios maníaco, hipomaníaco (es algo mas leve que el maníaco), depresivo… y también según el nivel de gravedad del trastorno, que puede ir desde un nivel leve a grave, ya que en algunos casos puede ir acompañado de síntomas psicóticos.
Para conseguir tener una vida equilibrada es fundamental que se comprometan con el tratamiento. Existen tratamientos farmacológicos para estabilizar el ánimo, aunque es muy importante el trabajo con la persona con trastorno bipolar y su entorno, de modo que se trabajen los siguientes aspectos:
- Psicoeducación: se explica a la persona y su entorno en qué consiste el trastorno bipolar y su tratamiento, cuáles son los factores desencadenantes de los episodios maníacos y depresivos, cuáles son los riesgos asociados a la interrupción del tratamiento y los beneficios de unos hábitos de vida saludables. De esta forma se trabaja para que asuma la responsabilidad sobre la importancia del tratamiento y sea consciente del trastorno.
- Psicoterapia: es importante que acepten lo que les pasa y que integren el trastorno bipolar como una parte más de su vida, así como la creación de rutinas y hábitos para un nuevo estilo de vida y el mantenimiento de una red de apoyo. También conocer cuáles son sus esquemas mentales acerca del problema para cambiar cualquier creencia errónea (por ejemplo, si piensa que una vez que se encuentre bien ya puede dejar el tratamiento o si piensa que si se encuentra triste lo mejor es encerrarse en casa y no hablar con nadie).
- Terapia familiar y de pareja: no hay que olvidar el trabajo con el entorno para enseñarles a gestionar el estrés, a gestionar de forma adecuada las emociones y técnicas para una comunicación adecuada.
Elena Acevedo, psicóloga sanitaria
palencia&acevedo psicólogos